ENTRE LOBOS Y AUTÓMATAS
Cuesta creerlo, sin duda, aunque tampoco conviene olvidarlo. “El hombre es un milagro evolutivo y no hay máquina que lo emule”. Cuesta creerlo porque las hazañas del hombre, particularmente desenfocadas, arrojan sobre el asunto recelos justificados; pero tampoco conviene olvidarlo para evitar hacer justicia a su valor familiar, imprescindible, y a sus considerables logros. Víctor Gómez Pin, dueño de la cita y flamante Premio Espasa de Ensayo, lleva tiempo recordándolo: el humanismo, o lo poco que queda de él, está en grave peligro. Y sus enemigos principales (entre otros) están perfectamente localizados. Los seres maquinales, de inteligencia artificial sin soporte biológico, aspirantes a entes explicativos de la inteligencia humana; y los grandes simios, emparentados genéticamente con el hombre y vecinos en el registro filogenético. Algo así como los replicantes Nexus 6 fabricados por la todopoderosa Tyrrell Corporation y King Kong desde lo alto del Empire State, agitando un ejemplar de la Declaración de los Derechos Universales entre las manos. El hombre, animal singular, estaría pues entre lobos y autómatas sometido al vaivén de los tiempos, atando lazos y cabos de futuro, en un proceso de transformación complejo.
Tanto la construcción de entidades inteligentes, ciertamente artificiosas, como la posible instrumentalización del ser humano (posibilidad ética resultante de la negación de la singularidad humana en el seno de la animalidad), aparecen como manchas amenazantes en el ya de por sí amenazante destino del género humano. Y Gómez Pin considera oportuno reflexionar sobre ello, zarandeándonos, poniéndonos a todos sobre aviso, y atizando de paso los riesgos indudables de este juego. Más que nada porque, aunque pueda parecer lo contrario, la cuestión no puede tomarse a broma. “El problema del humanismo contemporáneo –señala Gómez Pin- es la carencia de aliados. La escolástica ideológica imperante vehicula, con dogmática ferocidad, máximas de comportamiento que parecen tener más en cuenta la causa de otras especies, e incluso –en un futuro- la causa de una inteligencia no biológica, que la causa del hombre. Si tal ética se generalizara, cabría decir que nuestros contemporáneos están perdiendo el instinto propio de la especie, al menos si por especie humana se entiende ese ser indisociablemente loquens y sapiens que, entre otras cosas, tiene la exclusiva de la preocupación general por la naturaleza (especies animales comprendidas)”.
Entre lobos y autómatas, Gómez Pin ultima estrategias que nos aseguren, al menos, la permanencia. Aún duda si veremos el final feliz, ese que adoran los productores, o veremos la versión del director, la versión originaria, más realista, pedagógica, más honesta.
4 comentarios
Daniel G. -
Encantado, Enrique. También es un placer para mí conversar contigo.
Enrique -
Gracias, también, por tu visita, Daniel, es un placer compartir esto contigo.
Daniel G. -
Me gustaría conocer tu opinión. Saludos y gracias por este blog.
Cayetano -